Hora de andar - Hora de andar con Uzo Aduba

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Uzo Aduba: Amo caminar. Cuando me mudé a Nueva York, no siempre tenía dinero para el boleto del subterráneo, y caminaba desde mi casa hasta Queens para ir a mi trabajo sirviendo mesas. Pero luego se transformó en una oportunidad privada y personal para meditar los temas que no tenía tiempo de pensar durante los días ocupados. Lo que descubrí fue que, al final de mis caminatas, tenía las respuestas a muchas de mis preguntas o decisiones que intentaba tomar.

[MÚSICA DE APERTURA]

Sam Sánchez: Estamos en Time to Walk, donde algunas de las personas más interesantes e inspiradoras comparten historias, fotos y canciones que influyeron en sus vidas. Uzo Aduba saltó a la fama como Suzanne “Ojos Locos” Warren en la serie Orange is the New Black, pero trabajó muchos años como actriz de teatro. En esta caminata, Uzo hablará sobre mantener la fe, los vínculos de toda la vida y el poder transformador de que otros crean en ti.

[SONIDO DE PASOS]

Uzo Aduba: Ahora, estoy caminando en el parque Fort Greene, en Brooklyn, Nueva York. Queda a unas cuadras de mi casa. Estoy con mi perro, Fenway Bark, Señor Fenway Bark es su nombre completo. Hoy está un poco nublado, pero por suerte, no llueve y en este parque hay perros, hay niños. Hay una cancha de tenis. Suele haber personas almorzando, tal vez en su primera o segunda cita. Y es un lugar tranquilo y cómodo para caminar y disfrutar cualquier día de la semana.

Para hablar de lo que significa la fe para mí y su rol en mi trabajo, tengo que comenzar por los inicios de mi carrera en televisión. Actuaba en una obra en Broadway y conocí a una mánager con quien comencé a trabajar. Fuimos a tomar un café y me dijo: “¿Alguna vez pensaste en actuar en cine o televisión?”. Y la verdad es que sí, pero hacía mucho tiempo. Y en aquel momento, no veía personas como yo en esos medios. Así que cuando me adentré en esta industria, enterré esos sueños porque no veía ninguna mujer de piel oscura y rasgos no europeos. No veía a nadie con una nariz ancha como la mía u ojos almendrados. Era como si no existiese. Así que solo me concentré en mi otro amor, el teatro.

Por eso, cuando me dijo: “¿Alguna vez pensaste actuar en cine o televisión?”, le dije: “No”. Y me respondió: “Bueno, creo que deberías considerarlo. Pienso que es algo que podrías hacer”. Y le dije: “Está bien”. Y me contestó: “Bueno. Lo intentaremos, y no haremos audiciones para teatro, ni tampoco tomaremos ofertas para teatro”. Y yo pregunté: “¿No haré audiciones?”. Me asustó un poco, para ser honesta, porque en ese momento, en 2012, yo vivía del teatro. Era una vida humilde, pero así pagaba el alquiler, así me mantenía. Pero lo intentamos y comencé a audicionar. Iba a muchas, pero no tenía respuesta alguna. Era como: “No, no, mmm, no”. Es frustrante, las respuestas negativas aumentaban mientras mi cuenta de banco disminuía, y comenzó a volverse muy muy muy muy estresante porque me preguntaba: “¿Qué voy a hacer?” Y pensaba: “Bueno, ella me dijo que me concentrara. Sabes cómo aguantar. Simplemente inténtalo”. Pero, Dios mío, me provocaba demasiada ansiedad.

Y entonces tuve una audición para un programa llamado “Orange is the New Black”. Recuerdo leer el guion. Y recuerdo pensar que era muy vívido, tenía mucha vida. En este punto, ya había visto entre cincuenta y cien guiones. Y este fue el primero que me hizo pensar: “Estuvo muy bueno. Me encantaría ser parte de algo así”. Y, bien, lo dejé y fui a la audición. Cuando me iba, la directora de reparto me dijo: “Estuviste genial”. Y yo pensé: “Me lo dicen a menudo. Esta es la audición número cincuenta y uno de este verano”. ¿Sabes?

Pasaron unas semanas y tenía una audición para otro programa. Fui a donde pensé que era el lugar de la audición, pero no era. Me habían enviado una dirección incorrecta. Me fui volando, aún hacía mucho calor. Un día caluroso de principios de septiembre. Llegué jadeando y muy transpirada. El director de reparto salió y me dijo: “¿Estás lista?” y yo le dije que sí. Pero llegué veinte minutos tarde, que, en el mundo actoral, significa un no rotundo cuando se trata de audiciones.

Entré. Leí la audición y salí de la habitación sintiéndome derrotada, como su hubiera cometido un gran error, como si esto no fuera lo que se supone que debería hacer, que mi mayor miedo de no ser llamada a la mesa se estaba manifestando en tiempo real. Salí de la audición, comencé a caminar y simplemente me puse a llorar. Y no fue un llanto ruidoso, sino de esos donde las lágrimas se te escapan y no puedes hacerlas parar, y ni siquiera te importa estar en público, ¿sabes? Y, si alguna vez fuiste a Nueva York y viste algo parecido, puedes sentir el peso de la soledad de ese chico o chica que llora en silencio. Bueno, caminé hasta el tren. Me senté sola. Recordé que hacía unos días, con una amiga, hicimos una oración de abandono. La busqué en mi teléfono, y me dije a mí misma y a Dios: “Me rindo. Tú ganas. Ya no puedo más”.

Era la primera vez que me rendía con esta industria. Me lo había planteado antes. Tuve dudas. Pero nunca me había dado por vencida de corazón. Y me di cuenta de que no estaba feliz al respecto. Tal vez solo estaba en paz y pensé: “¿Sabes qué? Esto es bueno. Voy a pedir vino y sushi. Me iré a casa, y esto es bueno porque ahora recuperaré el rumbo de mi vida. Haré lo que se supone que debo hacer. Viviré mi vida con un propósito”. Era viernes. Me dije: “Llamaré a mi agente y a mi mánager el lunes. Está bien. Me tomaré el fin de semana, invitaré a mi hermana Chi-Chi. Pasaremos un rato juntas, se lo contaré. Estará bien”. Llegué a casa, me senté en el sillón y pensé: “Voy a ver una de las clases magistrales de Oprah”. Tenía varias guardadas y busqué una. Decidí mirar la clase magistral de Lorne Michales, la de cómo empezó con SNL.

Comencé a mirar y él hablaba de sus inicios, del principio del programa. Pensé que era el episodio piloto o algo así. Hablaba de cómo a los críticos no les importaba. Decía: “Le daré otra oportunidad, y pensé, si tan solo pudiera conservar la fe”, y la escena se disolvió al estilo clase magistral, apareció un árbol viejo y grande con un columpio y un atardecer violeta, naranja y rojo, como uno de esos comerciales de Country Time Lemonade. Y de izquierda a derecha, en la parte inferior de la pantalla, mientras la voz en off de Lorne Michaels hablaba, dijo: “Si pudiera conservar la fe”. Y las palabras “Conservar la fe” se desplazaban por la parte inferior de la pantalla. Me dije: “Guau, eso me gustó mucho. Cuando termine, volveré a esta parte, pausaré la imagen, le sacaré una foto y la tuitearé”. Y, en ese momento, sonó mi teléfono.

Eran las 5:43 de la tarde y me llamaban de mi agencia. Pensé: “De seguro me llaman porque hoy llegué veinte minutos tarde a esa audición. Pero ¿sabes qué? Está bien. Los iba a llamar el lunes para renunciar, pero se los diré hoy. ¿Para qué esperar?”. Contesté el teléfono y hubo silencio por un minuto. Y me dijo: “¿Recuerdas esa audición de hace unas semanas para un programa llamado Orange is the New Black?” Le contesté: “Sí”. Y dijo: “Bueno, no conseguiste el papel”. Y yo pensé: “¿Así que ahora llaman a los actores para decirles que no consiguieron el trabajo? Genial”. Pero comentó: “No lo conseguiste, pero quieren ofrecerte otro papel”. Si mi cabeza no estuviese pegada a mi cuerpo, habría salido volando. Comencé a gritar y, cuando me calmé, la escuché decir: “Es un personaje llamado Ojos Locos”.

Y las tristes lágrimas silenciosas de esa tarde pasaron a ser lágrimas silenciosas de emoción y asombro. Y luego dije… “Sabes que recién renuncié a todo este asunto”. Cuando llegó mi hermana, la celebración de abdicación histriónica con vino y sushi pasó de ser una fiesta de “conseguí trabajo”.

Una semana después, estaba en casa y pensé: “Dios mío, nunca saqué esa foto que quería”. Y me dije: “Lo haré ahora porque es perfecto. Conserva la fe. Esa fue la lección”. Así que vuelvo a mi DVR. Encuentro la clase magistral, la adelanto rápido, buscando la escena. No podía encontrarla. Pensaba: “Oh”, y la adelantaba cada vez más rápido. Tal vez iba demasiado aprisa. Pensaba: “Debe ser tan breve que no puedo verla”. Así que me dije: “Está bien. Lo volveré a ver “. Veo todo el episodio y la escena no estaba. Historia real. Historia real.

Y nadie puede decirme que no estaba ahí cuando la vi por primera vez porque sé que estaba. ¿Y no es eso lo que es la fe en realidad? Es creer en algo que no puedes ver ni tocar. Ahora no puedo verlo, pero sé lo que vi, cómo mi corazón y mi vida cambiaron a partir de ese momento. Y es algo que, incluso desde entonces, si la situación se torna difícil o desafiante, lo imposible a veces se puede hacer posible. Siempre hay que creer, dejar aunque sea el más mínimo espacio para la esperanza en cualquier cosa, ya sabes. No solo en el trabajo, en la vida, con la familia, sino en todo. Las circunstancias pueden parecer extenuantes y engorrosas. Pero siempre hay algo bueno. Siempre hay… Las cosas siempre se resolverán y siempre estarán bien. ¿Verdad, Fenway? Sí.

Lo sé, bonito. Vamos. Lo sé. Cuatro años y sigues siendo un cachorro.

Soy la primera generación nigeriana estadounidense y, durante toda mi vida, mis padres pensaron que iba a ser abogada ya que hablo mucho. Y ya sabes, no es que me hayan presionado necesariamente para que lo fuera. Creo que, al venir a este país, tienes ciertas opciones de trabajo con las que estás familiarizado y entiendes que son estables. Así que toda mi vida pensé que estudiaría derecho.

Un día, estaba en una clase de escritura creativa, en el primer año de la escuela secundaria, y la señora Mehlies, que también era la profesora del Club de Teatro del cual yo formaba parte, se acercó a mi pupitre y dijo: “Me gustaría verte después de la clase”. Y, hasta que sonó el timbre, me devanaba los sesos en plan: “No hice nada. Así que ni siquiera sé por qué podría estar en problemas”. Entonces me acerqué a su mesa y me comentó: “¿Has pensado en lo que vas a hacer el año que viene en cuanto a las solicitudes de ingreso a la universidad y demás?”. Y le contesté: “Sí, en efecto”. Le dije: “Creo que quiero estudiar historia, ciencias políticas, algo así. Y luego creo que quiero ser abogada”. Ella dijo: “¿En serio?” Yo: “Sí”. Ella inquirió: “¿Has pensado alguna vez en ir a la escuela de arte? Sabes, pareces tener un verdadero amor por esto cuando te veo en los ensayos. Sabes que puedes estudiar arte dramático, ¿verdad?”.

Mis ojos debieron quedar blancos y grandes como platos porque no tenía ni idea de lo que estaba hablando. A mis padres les encantaban las artes e íbamos a ver conciertos y cosas así. Pero creo que ahí es donde se ve la gran diferencia en la historia de los inmigrantes. Eso no es algo que exista en Nigeria, francamente. Fui a casa y se lo conté a mi madre porque primero pensé que quería dirigir. Ella dijo: “De acuerdo”. Y yo estaba como… Más tarde ese día, noche, lo que fuese, meditaba: “No, eso no es lo que quiero hacer. No es lo que quiero”. Dije: “No, no, no, mamá”. Quiero ir a una universidad de artes escénicas”. Y ella dijo: “No”. Le dije de nuevo, más tarde: “Es lo que quiero. Quiero ir a una universidad de artes escénicas”. Me volvió a decir que no y dejé de hablar del asunto. Más tarde, ella estaba en la cocina. Yo insistí: “Mamá, quiero ir a una universidad de artes escénicas. Eso es lo que quiero hacer”. Y me contestó: “Está bien”. Me hizo pensar, y dije: “¿Por qué me dijiste que no?” Y confesó: “Quería estar segura de que ibas en serio”. Y, um, y luego me apoyaron durante todo el trayecto.

Eso fue lo que hizo girar la pelota, el primer paso, supongo, y si no hubiera sido porque la señora Mehlies se fijó. ¿Sabes? Y eso, creo, es lo más importante, sentirse y ser visto, ¿no? Porque para mí, el sello de un buen profesor no es solo poder ejecutar inteligentemente el plan de estudios. El sello de un buen profesor es ser capaz de ver detalles en un estudiante y hacer que se den cuenta con éxito, ayudarlos a reconocer esa capacidad y guiarlos en la dirección correcta. No tenía por qué hacerlo. Su trabajo no era detener mi vida y orientarla en la dirección correcta, pero lo hizo de todos modos.

Fenway, siéntate. Sentado. Sentado. Buen chico. ¿Listo para caminar? Vamos, caminemos.

Mi hermana y yo, mi hermana Chi-Chi, porque tengo dos, somos… creo que, por nuestra diferencia de edad, porque tenemos casi la misma edad, nos llevamos un año y medio, tenemos un tipo de cercanía especial.

Decimos que somos casi gemelas porque mi madre, creo que, al tener dos niñas de edades tan cercanas, nos compraba los mismos conjuntos, los mismos vestidos, una de color violeta y otra de color azul, y siempre iguales.

Y nos vestimos así por mucho tiempo… Siento que durante toda mi infancia. Cuando me preparaba para ir a la universidad, estaba muy emocionada. Y les decía a mi hermana y a mi hermano menor, que estaba en casa en ese momento: “Saben, chicos, voy a ir a la universidad”. Siempre lo decía así. “Voy a ir a la universidad”, pero mi hermana, Chi-Chi, siempre me replicaba: “Uzo, ¿a quién le importa? Solo estarás a cuarenta y cinco minutos, Uzo, y no es para tanto. Puedo ir a visitarte cuando quiera”.

Y entonces llegó el día de ir a la universidad, de que me llevaran. Y mi hermana, que jugaba al hockey sobre césped, resultó que las pruebas de hockey de esa semana eran a la misma hora que yo me iba. Así que ella no iba a poder venir conmigo. Esa tarde, su amiga la pasó a buscar para ir a las pruebas de hockey. Y yo estaba en la cocina lavando algunos platos, y ella dijo: “Bueno, adiós”. Ya sabes, pensaba: “Tú puedes”. Ya sabes. “Que tengas una buena prueba”. Le dije: “Chi-Chi, me voy a la universidad hoy”. Ella dijo: “Oh, claro, lo siento”. Vuelve, y me da una palmadita rápida como, “Mmm pásalo bien. Disfruta. Diviértete”.

Le dije: “Gracias”, ya sabes, y seguí lavando los platos. Estaba de espaldas a la puerta, y de repente oigo como la puerta se abre, se cierra y golpea. Me di la vuelta y era Chi-Chi caminando hacia mí, llorando, y me dio un gran abrazo. Dijo: “Te voy a extrañar mucho”. Le contesté: “Chi-Chi, está bien. Solo voy a estar a cuarenta y cinco minutos de distancia. Puedes visitarme cuando quieras. No es para tanto”.

Lo que nunca me había imaginado era lo difícil que sería para ella cada vez que decía que me iba, que cuando decía: “Solo son cuarenta y cinco minutos. Puedo ir cuando quiera”, no lo decía porque no le importara que me fuera. Era porque le importaba mucho. Yo lloré cuando se fue porque la verdad es que tampoco sabía qué iba a hacer con mi vida sin Chi-Chi. Y cuando te das cuenta de que tienes a alguien así en tu vida, que están el uno para el otro las veinticuatro horas del día. Nunca quieres perderlo.

Espero que todo el mundo tenga una Chi-Chi. ¿Entiendes lo que quiero decir? Tener a alguien que haría todo por ti y viceversa, pero que también entienda tu humor, tus defectos, tus virtudes y te ame incondicionalmente por ello.

Estamos en la cima de la colina, frente a las escaleras del parque Fort Greene, frente al Monumento a los mártires de barcos para prisioneros.

Recuperando el aliento. Hay gente estirando los músculos, relajándose en los bancos del parque, haciendo ejercicio con sus entrenadores. Es un lugar estupendo con muchos árboles para tomarse un respiro, rodeado de la rara paz que se encuentra en Nueva York.

Esta canción, vivo por ella porque me hace pensar en conducir a la escuela por la mañana. Mi hermana y en mí, yo al volante.

[MÚSICA DISMINUYE]

Ella en el asiento del copiloto, cantando esta canción a todo pulmón, probablemente causando daños vocales y nosotras cantando en armonía, rockeando con la letra, un concierto en el auto. E incluso ahora, cuando la escuchamos, seguimos rockeando al ritmo de la canción. Esta es “Galileo” de las Indigo Girls.

[MÚSICA - “GALILEO” POR INDIGO GIRLS]

Esta canción. Uf. Me encanta este tema. Lo puedes escuchar en tu habitación. Es una canción que puedes oír en el parque. Llega por todos lados. Es divertida. Tiene chispa. Te da ganas de bailar. Te hace querer pensar. Hace que quieras ser mejor mujer. Hace que quieras existir con el mismo fervor con el que se la interpreta. Es realmente poderoso cómo la artista es capaz de mezclar el pop y la diversión, pero si realmente escuchas lo que está diciendo, hay un mensaje. Es “Doo Wop” de Lauryn Hill.

[MÚSICA - “DOO WOP (THAT THING)” POR LAURYN HILL]

No sé por qué me gusta tanto esta canción. Cada vez que… Bueno, en primer lugar, me encanta Whitney y siento su energía. Me gusta cómo la voz comienza despacio y luego se vuelve muy fuerte. Y da ganas de rockear. Levanto las manos. Se siente como una energía buena y positiva, se siente como la luz. Es “Higher Love” de Kygo y Whitney Houston. Es genial. Pura alegría.

[MÚSICA - “HIGHER LOVE” POR KYGO Y WHITNEY HOUSTON]

Es curioso, no esperaba vivir tal experiencia en esta caminata porque hablablé en voz alta, pero siento que algunas de las conversaciones que he querido tener conmigo misma, las tuve con todos ustedes, hice las paces con ciertas cosas, encontré las respuestas a algunas otras. Fue un verdadero placer. Un auténtico placer. Gracias por tomarse el tiempo de pasear conmigo. Vamos, bonito.